La brigada de
Homicidios de Dublín dista mucho de ser lo que había soñado la detective
Antoinette Conway. el único que parece alegrarse de su presencia es su
compañero, Steve Moran. El resto de su trabajo es una acumulación de casos
ingratos, novatadas hirientes y acoso laboral. El nuevo caso que le asignan
parece sencillo: otra pelea de novios que acaba mal. Aislinn Murray es rubia y
guapa. Y ha aparecido tan impecablemente arreglada como muerta en medio de su
salón, al lado de una mesa dispuesta para una cena romántica. Nada tiene todo
esto de llamativo. Excepto que Antoinette está segura de haberla visto antes en
alguna parte. Y porque, al final, su asesinato será bien poco de los de manual.
Porque otros detectives intentarán presionar a la pareja protagonista para que
arresten al novio de la víctima lo antes posible. Porque al fondo de la calle
donde vive Antoinette acecha una figura en la sombra. Antoinette sabe que el
acoso laboral la ha vuelto paranoica, pero no es capaz de saber hasta qué
punto: ¿es este caso un paso más en la campaña para echarla de la brigada o
fluyen corrientes más oscuras bajo su superficie reluciente?
"Intrusión" es la sexta novela de la saga Dublin Murder Squad, una serie de
novelas de misterio bastante peculiar, pues los distintos títulos no comparten
siquiera protagonistas en la mayoría de los casos, por lo que pueden leerse,
sin ningún inconveniente, de forma aleatoria e independiente. Sí hay lugares y
personajes comunes, y sobre todo, un estilo y una forma de narrar que han
convertido a Tana French en una de mis autoras fetiche dentro del género. En
este caso en particular, sí nos reencontramos con los detectives Conway y
Moran, que ya lideraron la investigación de la quinta entrega (a mi parecer la
más floja con diferencia), aunque en este
caso la narración corre a cargo de Conway, en primera persona, y no del
narrador omnisciente de "Un lugar seguro".
Antoinette Conway es la única mujer de la brigada de
Homicidios de Dublín. Es, además, mestiza, por lo que su piel no resulta lo
suficientemente blanca para encajar en el ambiente. Dos razones de peso,
sumadas a la incapacidad de Conway para vivir en silencio el acoso laboral al
que la someten sus compañeros, que han convertido su día a día en una sucesión
de putadas, burlas y casos insustanciales que, sin embargo, no consiguen
doblegarla. Una mujer en un mundo eminentemente masculino, sometida a una
presión brutal, que a ratos ya no consigue distinguir dónde acaba el acoso y
dónde empieza su propia paranoia.
Y finalizando otro turno de noche más, entra el caso de
Aislinn Murray. Aparentemente, otro episodio más de violencia de género. Pero
cuando Conway y Moran empiezan a indagar, encontrarán demasiados flecos sueltos
y demasiadas posibilidades flotando en el aire.
El punto fuerte de la narración de French está en la
construcción de sus personajes. Sobre esa base, tan importante a mi parecer,
construye tramas que no son el colmo de la originalidad ni de los giros
imprevistos, ni falta que le hace. French pone el foco en la psicología de
aquellos que van desfilando por sus páginas, e invierte gran parte de la
narración en dotarlos de la complejidad necesaria. Así, consigue que Conway y
Moran puedan valerse, sobre todo, de su perspicacia y su habilidad en la sala
de interrogatorios para ir desvelando qué le pasó a Aislinn. El lector asiste
con entusiasmo a la complicidad entre ambos detectives, la química que
comparten, que nada tiene que ver con lo sexual, sino con la capacidad de leer
entre líneas y dirigir su conducta y con ella, la del sospechoso, hacia el
punto preciso al que quieren llegar. Cada interrogatorio se convierte en una puesta
en escena en la que Moran y Conway sacan a pasear distintos personajes y tretas
para llevar al interrogado al límite. Tana French fue actriz antes que autora,
y pone su pasión por la actuación al servicio de sus personajes para deleite
del lector, que lo pasa en grande.
Gracias a la narración en primera persona, somos partícipes también
de la fragilidad de Conway, un aspecto de la protagonista que sólo conoceremos
nosotros, pues su actitud es siempre beligerante y firme hacia los demás. Un
pequeño lujo que, además, nos convierte en cómplices obligados de su paranoia,
pues en más de una ocasión llegaremos a dudar de si realmente toda la brigada
está en su contra o es ella, que empieza a sucumbir a años de acoso soterrado.
Muy trabajados están también los perfiles de los
secundarios, que no se limitan a figurar sino que tienen también un rol destacado en
el desarrollo y resolución de la trama. Una trama que se nos va presentando
como una especie de maraña en la que cualquier opción es factible, y que vamos
desenredando con lentitud y paciencia, sin demasiados giros imprevisibles ni
grandes aspavientos, hacia una resolución coherente y perfectamente cerrada, que deja además un regusto amargo.
Supongo que se nota en mi reseña lo mucho que me gusta esta
autora. Así que quizá he pecado y he contagiado demasiado mi entusiasmo por
ella. Por eso creo que ya debo dejar caer que no estamos ante una novela negra apta para
los que necesitan adrenalina por un tubo, ni para impacientes, ni para amantes
de la acción elemental. Aquí no hay tiros, ni persecuciones ni apenas
sorpresas. Las novelas de French requieren un tiempo para meterse en ellas, y
otro tanto para salir después. Y eso a mí, siempre me pasa con las buenas
historias.